Monday, May 14, 2007

Rascacielos porteños

CURIOSIDADES URBANAS

Rascacielos porteños
Panorámicas desde las alturas



Las vistas menos conocidas de la Ciudad, tomadas desde cuatro miradores privilegiados, y sus curiosas historias. Torres antiguas y nuevas, desde las que el río es bien ancho y se divisa el Uruguay.


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Vivian Urfeig.
vurfeig@clarin.com


Desde lo alto la Ciudad parece una maqueta de juguete, con pistas para autos y muñequitos minúsculos cruzando calles con bolsas navideñas. El río, la costa uruguaya, las terrazas de los rascacielos, las cúpulas, la torre del Parque de la Ciudad... Todo adquiere otra dimensión desde los cuatro miradores emblemáticos a los que logró acceder Clarín.

El recorrido aéreo se realizó desde el Hotel Panamericano (Carlos Pellegrini 551), las torres El Faro de Puerto Madero, la torre Bencich, del Hotel Sofitel (Arroyo 841) y el Palacio Barolo (Av. de Mayo 1370).

La historia de los rascacielos porteños arranca con la construcción de las Galerías Güemes, en Florida 165. Inauguradas en diciembre de 1915 —acaban de cumplir 90 años— sus 87 metros fueron un hito de la arquitectura urbana y todo un alarde de tecnología, ya que los 14 ascensores recorrían 140 metros en apenas un minuto. El remate de los 14 pisos está conformado por dos cúpulas Art Noveau de hierro y vidrio que están siendo recuperadas. Hasta 1921 estuvieron en el podio. Pero llegó otro coloso y se quedó con el mérito de edificio más alto.

Ese año se colocó la piedra fundamental del Palacio Barolo, que se inauguró en julio de 1923 y destronó a las galerías con sus 103 metros. El reinado duró hasta que en 1935 asomó la silueta de otro ícono, el edificio Kavanagh, de 110 metros, en Florida 1065, cuya estructura de hormigón armado también fue, en su momento, la más alta de Latinoamérica. Junto a los edificios Comega (Av. Corrientes 222) y Safico (Av. Corrientes 456) integra la tercera generación de rascacielos porteños.

Palacio Barolo

Desde su cúpula vidriada, donde el faro giratorio ocupa todo el espacio, la postal del Congreso es impecable. El eje de la Avenida de Mayo (la primera de Buenos Aires ocupada únicamente por edificios altos), se aprecia por sus cúpulas: las de los hoteles Castelar, Astoria y Nuevo Mundial, las rojas de La Inmobiliaria, las del Palacio de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad y las de los palacios Vera y Ortiz Basualdo.

Si el día está despejado el complejo habitacional de Lugano se ve con nitidez. Y hasta se divisa la costa uruguaya. Encargado por el textil Luigi Barolo y realizado por el arquitecto milanés Mario Palanti, este Monumento Histórico Nacional fue concebido como un arquetipo de modernidad.

Sus 22 pisos fueron revolucionarios para la época. Para levantar su estructura de hormigón armado fue necesaria una modificación al reglamento de edificación. Como remate, otra controversia: el faro giratorio, que el 14 de setiembre de 1923 emitió con sus luces el resultado de una pelea de boxeo histórica: Firpo-Dempsey.

Pero en 1930 el Ministerio de la Marina ordenó cambiar el foco (de 300 mil bujías), porque la intensidad de la luz confundía a los barcos que llegaban al puerto. Desde entonces sólo se iluminó para algunos festejos patrios.

En perfecto estado, ahora espera otra ocasión para volver a encenderse: la restauración de la cúpula del edificio monumental, que finaliza en febrero, por un subsidio de 50 mil pesos otorgado por el Fondo de Cultura BA.

La recuperación no es una tarea sencilla: subir los andamios por las angostas escaleras caracol que no miden más de 90 centímetros de ancho e instalar la estructura en la cima del Barolo requirió de personal capacitado y especialmente elegido por su tamaño: flacos y bajos, dispuestos a trabajar en un espacio mínimo, copado por el faro cuya chapita reza "La Filotécnica. Milano. 80 volts. Amperes 100". El acceso al Palacio es restringido, ya que allí funcionan 412 oficinas privadas.

Torre Bencich

Para controlar personalmente la entrada y salida de su flota, el empresario naviero Nicolás Mihanovich mandó a construir en 1929 una torre, en la calle Arroyo. La empresa constructora de los hermanos Bencich satisfizo el antojo del cónsul del Imperio Austrohúngaro en Buenos Aires y edificó una torre Art Déco. En 2002 se realizó una puesta en valor integral para transformar los departamentos de la Torre Bencich. Actualmente funciona allí el Hotel Sofitel, cuya restauración respeta el estilo original de la fachada y los interiores.

Hoy es un mirador privilegiado de Retiro, vedado al público, al que sólo acceden los operarios para cambiar los focos que iluminan el 5 estrellas. Desde sus 80 metros se ven los cruceros y los veleros que se le animan al Río de la Plata. Dos pisos más abajo asoma la suite 1801, decorada en tonos amarillo y ocre.

A razón de 450 dólares más IVA la noche, esta suite es la única que cuenta con balcón y panorámica exclusiva de la Torre de los Ingleses, el Kavanagh y los rascacielos de Catalinas. Estos gigantes empezaron a copar la Ciudad a partir de los años 60 con su estética racionalista y funcional. Geométricos y espejados, estos modernos edificios de oficinas se desparramaron por Retiro. Entre los más destacados, el que proyectó el arquitecto argentino César Pelli, en Tucumán 1. Se trata del Edificio República, una torre de 21 pisos que en 1993 se convirtió en el primer edificio inteligente del país.

Desde el techo de la torre Bencich, su reflejo es imponente. El helipuerto del edificio Pirelli (Maipú 1300) y la Torre Fortabat, en Viamonte y Bouchard, son otros de los puntos sobresalientes que permiten tener una mirada distinta del horizonte porteño.

Hotel Panamericano

Testigo preferencial de manifestaciones y movidas nocturnas, la terraza del Panamericano se ubica en el piso 23 del edificio de Carlos Pellegrini 551. En la azotea funciona el bar y el spa Nivel 23 (cuyo relanzamiento se realizó el mes pasado), donde algunos porteños que suben a tomar un café o los turistas de paso disfrutan la suntuosidad del Teatro Colón y el diseño de la plazoleta del Obelisco desde lo alto.

De fondo, la torre del Parque de la Ciudad, de 200 metros, que pretendía convertirse en la confitería más alta de Latinoamérica. El ex Interama quedó en el olvido. Está cerrado desde 2003, cuando se decidió la clausura de 12 de los 50 juegos del parque de entretenimientos.

Desde las cómodas reposeras del spa se escuchan, lejanos, los bocinazos de la 9 de Julio. Y los redoblantes de las marchas piqueteras. Hacia el Norte, el punto más alto se destaca por sobre el resto. Son las monumentales torres Le Parc, de Palermo, que con sus 164 metros en 50 pisos fueron el edificio de viviendas más alto de los 90.

Torres El Faro

Hoy, esa cima palermitana fue superada por los 170 metros de las torres de Azucena Villaflor y Calabria, en Puerto Madero. Un mirador exclusivo, esta vez desde el río. En 60 segundos el ascensor sube hasta el piso 46, desde donde los diques parecen pequeños piletones y las grúas, brazos diminutos.

Una porción de la Reserva Ecológica aparece como un manchón verde, salpicado por sombras oscuras, producto de los incendios. El parque Micaela Bastidas y la piscina del Hotel Porteño Building son otros focos de interés. Con claridad, el estado del tránsito de la Av. Belgrano se divisa en sentido contrario.

Dicen los propietarios que en las noches de tormenta los truenos son un espectáculo aparte. Sólo ellos pueden acceder al Observatorio, una sala vidriada ubicada en lo alto de la torre. Al atardecer, cuando la Ciudad se tiñe de rojo, no quedan butacas.>

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