Después de la crisis Buenos Aires no es la misma Con equipamiento e infraestructura podrá densificarse "El derrumbe, la fragilidad, la vulnerabilidad, la transitoriedad y la precariedad de los vÃnculos y las redes humanos permiten que los poderes puedan actuar." (Z. Bauman) Buenos Aires no es la misma que aquella de los años ochenta y noventa donde nosotros, los vecinos, corrÃamos de una esquina a otra del microcentro, tratando de defender en las financieras, los bancos y las mesas truchas nuestro capital, que se evaporaba de las manos, o viajando por el deme dos. Buenos Aires no es la misma que en aquellos años del Proceso, donde pavimentaban las plazas; alguien decidÃa construir en el parque una inútil televisora color , o voltear barrios enteros y consolidados de vivienda para que atravesaran la ciudad inconsultas autopistas. No es la misma que aquella de los años 60 y 70 que nos condenaba a vivir en edificios que ocupaban la totalidad de un lote con pasillos interminables, y nos tocaba en suerte un chiche 2 ambientes, baño y cocina entre patios de aire y luz de 3 x 3. Buenos Aires no es la misma que aquella donde las autoridades y vecinos mirábamos para otro lado frente a la pérdida del patrimonio histórico y arquitectónico. Sin duda Buenos Aires ya no es la misma. A partir de la crisis de 2001, el estado de confusión, la toma de conciencia de nuestro rol de ciudadanos, la pérdida de rol y de prestigio de los funcionarios públicos, la desaparición del sistema financiero y crediticio, convirtieron a Buenos Aires y su espacio público en un ámbito de protesta a veces racional, a veces emocional, a veces informada, a veces no, pero dispuesta a manifestar públicamente sus quejas, más participativa, en muchos casos huérfanos de representantes que piensen en respuestas y en dar soluciones, y promuevan debidos consensos donde se pueda convertir en hechos concretos tanto reclamo. Buenos Aires, hoy ciudad autónoma a medias, discute sin representación con un gobierno que continúa a otro gobierno descabezado por una tragedia y por los juegos de la polÃtica, que no está a la altura que merecen los vecinos y representados. SÃmbolos de bonanza Buenos Aires crece hoy de manera que pocos recuerdan, de la mano de un código de planeamiento que asumió reglamentar la ciudad de una manera y no de otra; de un código de edificación que atrasa cuarenta años, que sumó a su letra infinitos cambios que contemplan temas ausentes en anteriores versiones, pero tan absoluto que impide en muchos casos poder construir racionalmente sobre el lote fundacional. Que impulsa a sumar lotes para edificar torres como remedio, a veces, inevitable. Es cierto que las torres impactan en la ciudad consolidada, ciudad en crecimiento; la torre, sÃmbolo de la actual bonanza de la construcción, es también sÃmbolo de la lógica económica y sÃmbolo del mal para muchos vecinos, que ven afectado su paisaje habitual por la presencia de estos nuevos faros urbanos. Los vecinos protestan frente a los cambios, no hay nada mejor que lo conocido. A veces tienen razón, a veces no, está muy bien que lo hagan; siempre es mejor una ciudad que cambia, que crece e intenta mejorar; siempre es mejor ciudadanos comprometidos con su ciudad, con su patrimonio. La construcción de la ciudad es positiva, la torre en sà misma no es un mal, sólo representa lo que los vecinos temen. Es cierto que hay torres y torres. Están aquellas que en vez de consolidar tejido lo destruyen, insensibles al lugar para sus vecinos; objetos autistas del espacio público, de la vereda, y de la calle. Los vecinos temen porque Buenos Aires colapse sus servicios; quizá no es asÃ, no es cierto, hay barrios que admiten seguir densificando, ¿pero quién lo sabe? Que Buenos Aires necesita ser dotada de infraestructura para seguir creciendo no hay duda. Exactamente al revés que muchas quejas, pienso y planteo que Buenos Aires debe crecer, densificarse muchos más, tendremos asà una mejor ciudad, más económica y más segura. Pero para llegar a esto la ciudad debe equiparse y facilitar que Buenos Aires recupere lo que se perdió en veinte años de no hacer nada. Protestemos porque es nuestro derecho, protestemos porque podemos. Prefiero esta ciudad y no aquella que en vez de producir capital, especulaba financieramente. Prefiero esta ciudad que se junta y ocupa el espacio público para festejar o protestar y no aquella temerosa de las represalias por ser más de dos. Prefiero esta ciudad de torres y demás en construcción y no la ciudad inmovilizada por el temor, la abulia o la falta de futuro. Donde se pueda orientar las quejas, cómo mejorar lo que hacemos, cómo decidir adónde crecer y adónde no, cuándo y dónde dotar la ciudad de subsuelo fértil para seguir creciendo, y adónde debatir nuestro futuro parece inevitable y necesario, quizá parte de las respuestas se encuentren en ese Plan Urbano Ambiental para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires imperfecto y dormido en cajones de nuestros representantes. Es bueno tener la idea de una ciudad que nos incluya a todos, e incluso que esté en el orden del dÃa. Por Daniel Silberfaden Especial para LA NACION El autor de la nota es el presidente de la Sociedad Central de Arquitectos y titular del estudio Silberfaden Link permanente: http://www.lanacion.com.ar/875778> |
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