Monday, May 7, 2007

La Villa Gay de Buenos Aires





Al comenzar la primavera de 1988, un grupo de gays en situación de calle, sin familia y sin hogar, se reunieron como tantas otras noches en una de las plazas que flanquean el Obelisco.

Pero algo distinguió aquella reunión de tantas otras que pasaban sin pena ni gloria. Surgió entonces un proyecto fundacional que dejaría boquiabierto a más de uno: la primera Villa Gay, a orillas del Río de la Plata, junto a Ciudad Universitaria. Un asentamiento que hoy cuenta con casi 200 almas y que aspira a convertirse en Aldea Gay, si es que algún día logran alcanzar el sueño de una vivienda en mejores condiciones que las actuales. Y si consiguen alejar el fantasma del desalojo, actualizado en los últimos tiempos por la presencia de las temidas topadoras.

El emplazamiento fue elegido hacia fines del '88 por una pareja de veinteañeros, Pedro y Pedro, que lo recorrían todos los días, cuando iban a lavar ropa al río. Los fundadores siguen viviendo en la Villa Gay, a pesar de haber sufrido tres incendios intencionales, que arrasaron no solamente sus casas sino también sus pertenencias, además del cruel asesinato de todos sus animales domésticos.

Pedro pasó la mitad de su vida intentando edificar una aldea donde gays, travestis y heterosexuales pudieran vivir en paz con sus familias sin sufrir discriminación. Su sueño le costó alegrías y tremendos sinsabores; sin embargo dice no estar dispuesto a darse por vencido.

"Nos llenan el lugar de topadoras; nos meten tierra por todas partes, tierra colorada que cuando llueve se transforma en un lodazal. Pero aunque intenten obstruirnos todos los accesos, nosotros vamos a seguir resistiendo, y de manera civilizada, a través de nuestra cooperativa de vivienda", sostiene Pedro, uruguayo, uno de los cuatro extranjeros residentes en la Villa Gay y uno de sus fundadores.

"Tres veces nos quemaron el rancho a Pedro -su pareja- y a mí. Una en el '87 (cuando la villa aún no había sido fundada), después en el '91 y la última fue en el '98. Siempre fue la policía. La primera vez murieron nuestros doce perros, que quedaron atrapados en el humo y no pudieron salir. Por suerte en el '87 no había la cantidad de chicos que hay ahora, si no hubiera sido una tragedia. Pero a ellos no les importa nada. De hecho, en el '98 prendieron fuego con criaturas y todo", denuncia indignado.

Y recuerda que "la idea de fundar esta villa fue una especie de desafío a monseñor Antonio Quarracino, cuando dijo que los gays teníamos que irnos todos a vivir en una isla. Esta es nuestra isla. Salimos todos juntos del Obelisco y aquí plantamos nuestra bandera".

Sin embargo, a pesar del egoísmo y de la intolerancia a la que deben hacer frente, las víctimas de estos incendios lograron edificar nuevamente sus precarias casas y continuar bregando por un futuro más esperanzador.

La villa, que se extendió siempre mirando al río y dando la espalda a la urbe que la discrimina, es habitada hoy no solamente por parejas gays, sino también por una importante cantidad de gente sola y de familias con chicos. El elemento aglutinante es la libertad y el respeto por los derechos y preferencias de cada persona.

El último censo realizado en el asentamiento en octubre de 2003, a cargo de un grupo de estudiantes de Ciencias Sociales y de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires señala que la población de la Villa Gay asciende a 195 habitantes, de los cuales 118 son varones y 77 mujeres. Más de la mitad de los vecinos es mayor de 18 años y dos de las mujeres están embarazadas.

Si bien entre la población hay albañiles, electricistas, mozos, cocineros, torneros, auxiliares de enfermería, plomeros, peones, mecánicos, textiles y hasta un carnicero, la mayoría se dedica al cirujeo, situación favorecida no sólo por la falta de empleo que reina en la Argentina de hoy, sino también por las escasas posibilidades de capacitación. Algo perfectamente comprensible si se tiene en cuenta que para arrimar unos pesos en el cartoneo es preciso estar en la calle gran cantidad de horas.

El censo efectuado en la Villa Gay permite saber que la mayor parte de sus habitantes solamente tiene instrucción primaria y muchos de ellos no han completado ese nivel. Algunos comenzaron la secundaria y uno solo la terminó. Pese a ello, son muchos los que están contemplado la posibilidad de acceder a cursos de computación y gestión de microemprendimientos en las aulas de la Universidad de Buenos Aires, impulsados por estudiantes que tienen la esperanza de un futuro mejor para sus vecinos de la aldea.

Pero la realidad está signada en el día a día por el cirujeo, la principal fuente de ingreso de los habitantes de la Villa Gay. En este cuadro de situación, los vecinos ven caer sobre sí la pesadilla de la discriminación, que ni siquiera les permite llevar un plato de comida a su casa. Su precario trabajo se ve dificultado actualmente a raíz de las medidas ordenadas en los últimos meses -según denuncian los habitantes de la aldea- por el intendente de la Ciudad Universitaria, Mario Boscoboinik, quien dispuso que se coloquen montañas de tierra y escombros obstruyendo los accesos al asentamiento. Los montículos impiden el recorrido de los carritos con cartones, que indefectiblemente rompen sus ruedas al pasar sobre las piedras y cascotes.

Y no sólo eso, ya que esas montañas sembradas maliciosamente obstruirían el paso de una ambulancia en caso de presentarse una emergencia.

Más allá de estas medidas, y atentando ya contra todo derecho humano, por orden del mencionado intendente las topadoras cubrieron con escombros la única canilla de que disponían los habitantes de la aldea. Frente a esta situación, muchos de ellos, cuando no pueden procurarse agua potable, se ven obligados a usar el agua contaminada del Río de la Plata, con el riesgo sanitario que implica.

Frente a esta situación, la gente de la villa se organiza con el apoyo de estudiantes, de militantes GLTTB como Marlene Wayar y de diputados como José Roselli.

Pero a pesar de todas estas dificultades la Villa Gay sigue de pie, con sus banderas argentinas ondeando en cada casa, proyectando un futuro mejor a través de una cooperativa de vivienda y recibiendo cada fin de semana a muchos pescadores que, junto con sus familias, buscan despegarse por un rato de las miserias de la gran ciudad, y eligen los alrededores de la villa para recalar.

El predio en sí es parte de los terrenos de la Ciudad Universitaria, lo cual explica los constantes embates por parte de las autoridades de esa casa de altos estudios para sacar a los ocupantes de la villa. Topadoras amenazantes, montículos de tierra para cerrar los accesos a su interior y hasta ataques concretos hacia las precarias viviendas y sus ocupantes han sido recurrentemente denunciados por quienes allí viven, quienes incluso señalaron que distintas fuerzas de seguridad concurren al lugar con amenazas concretas.

La situación de constante presión ante el desalojo inminente en que viven los habitantes de la Villa Gay es abrumadora, pero sin embargo no escapa a la realidad que deben enfrentar a diario los habitantes de otros emplazamientos de similares características tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en el territorio bonaerense.

Entre los datos que completan el perfil de los habitantes, llama la atención que sólo dos de ellos reciben algún tipo de subsidio por parte del Estado.

La gente de la aldea se muestra proclive, más que a encolumnarse en movimientos políticos, a acercarse a organismos de derechos humanos como el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) y el Cisalp (Centro de Investigaciones Sociales y Asesorías Legales Populares), con el que trabajan en la cooperativa de vivienda, y también a los grupos estudiantiles de Ciudad Universitaria y Ciencias Sociales.

"No es fácil la situación que viven. Están faltos de esperanza, les cuesta creer que algo bueno pueda llegar a concretarse. Están cansados del desarraigo, de que los obliguen a ir de acá para allá, de que los pongan en un hotel por seis meses para destruirles las casas para, transcurrido ese lapso, verse nuevamente en la calle", puntualiza Marlene Wayar, integrante de la agrupación Futuro Transgenérico, y una de las militantes GLTTB que más está haciendo en la actualidad por la continuidad de la Villa Gay.

La activista transgénero, que actualmente trabaja en el despacho del diputado nacional José Roselli, señala que además de los problemas habitacionales, el principal drama de los vecinos de la Villa Gay es el de los abusos policiales.
"Recibimos ya varias denuncias de los habitantes de la aldea por vejaciones y abusos por parte de la policía. Uno de ellos fue sufrido por un cuidador de autos que trabaja en los pabellones 2 y 3 de Ciudad Universitaria. Fue llevado por un sargento primero -al que se conoce con el alias de "Charro"- a punta de pistola a una oficina ubicada en el campo de deportes. Este policía le exigió un porcentaje y lo amenazó de muerte", cuenta Marlene.

"También se los acusó de un robo en Ciudad Universitaria, que por supuesto no cometieron. La policía eligió al azar a dos de los habitantes y les pegó delante de sus esposas y de sus hijos", agregó.>

0 comments: