Wednesday, May 9, 2007

El chalecito que mira al Obelisco

ESTA EN LA TERRAZA DE UN EDIFICIO DE SARMIENTO Y CERRITO
Lo construyó en 1927 el mueblero Rafael Díaz, un inmigrante valenciano. Sus administradoras actuales quieren que sea declarado de valor patrimonial.


Ariel Hendler.
ahendler@clarin.com



ALLA EN LO ALTO. EN LOS ULTIMOS TIEMPOS EL CHALECITO FUE PINTADO. TAMBIEN ARREGLARON EL TECHO Y LO ILUMINARON. (Foto: Gerardo dell Orto) GERARDO DELL «'ORTO



Millones de porteños habrán fantaseado con subir al chalecito que mira al Obelisco desde una terraza de la 9 de Julio. Muchos lo descubrieron hace tiempo; otros lo conocen desde hace po cos meses, por verlo iluminado de noche como un arbolito de Navidad después de muchos años en que pareció abandonado. Casi nadie advirtió que también se lo ve desde la entrada del teatro Broadway, en Corrientes. Y lo más probable es que pocos conozcan su historia.

Para enterarse de qué se trata este curioso injerto arquitectónico hay que subir a la terraza del edificio de nueve pisos en Sarmiento 1113, casi esquina Cerrito. El chalé está retirado de la línea municipal y mira de frente a Sarmiento. En sus dos plantas funciona la administración del edificio, y arriba de todo está el altillo, donde se experimenta el contraste entre la calidez de la cabriada de un techo a dos aguas con tirantes de madera y la vista propia de un piso alto hacia el cruce febril de Corrientes y la 9 de Julio.

Al chalecito, como a todo el edificio, lo terminó de construir en 1927 el inmigrante valenciano Rafael Díaz. Su bisnieta Mónica Abal cuenta que Don Rafael —como lo llamaban todos— llegó en el 1890 y tantos. Trabajó de mozo, se asoció a otros españoles para sus primeros negocios y en los años 20 creó Muebles Díaz, pionera en vender mobiliario con financiación.

Se hizo fuerte pronto apostando al target de clase media en una Argentina con movilidad social. Vendía en el negocio y por catálogo a todo el país. En pocos años construyó su propio edificio para albergar el showroom de muebles más grande de América latina. "En cada piso se exhibía un estilo distinto", cuenta Mónica.

Un gran hueco central ovalado conectaba todos los niveles. Mónica recuerda que su bisabuelo lo usaba para manejar a sus empleados con mano dura. Los hacía formar junto a la baranda, y si alguno tenía flojo el nudo de la corbata lo retaba con gritos que resonaban en los nueve pisos.

Lo remató con el chalet en la terraza, copia de uno que admiraba en los veranos en Mar del Plata. Por entonces no existían el Obelisco ni la avenida más ancha del mundo, así que la casita se pudo ver desde la calle recién una década más tarde. Don Rafael lo había hecho para él solo. Cada mediodía subía allí a almorzar y después dormía la siesta hasta las cuatro en su cuarto de la planta alta. No lo quería para vivir allí. Al final de cada jornada volvía en tren a su casa en Banfield.

Tosco pero muy despierto, según el recuerdo de Mónica, con el dinero que le dieron los muebles compró edificios, cines, teatros y hoteles en Buenos Aires y Mar del Plata. En un capricho de nuevo rico, una vez le regaló a su esposa para un cumpleaños el hotel Riviera, en La Feliz. Hasta se dio el gusto de tener durante uno o dos años una emisora de radio propia en el chalet, LOK Muebles Díaz, para pasar su publicidad. Cuando la vendió, a principios de los 30, en esa frecuencia nació Radio Rivadavia.

Los últimos años los pasó en silla de ruedas, hemipléjico pero lúcido, hasta que murió en 1962, ya octogenario. Sus cuatro hijos liquidaron la mueblería en los 70 y reformaron el edificio para alquilar los pisos. Queda la mayólica con el nombre Muebles Díaz sobre la medianera que da a Libertad. Y el cartel de chapa de la entrada, fileteado. También, un manuscrito inédito en el que, según su bisnieta, Don Rafael cuenta su vida y habla de la Buenos Aires que vivió. La que veía todos los días desde su chalecito.>

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