Tuesday, April 24, 2007

El Síndrome de Peter Pan...

Esta nota salió ayer en el Diario de Arquitectura. Sería interesante que la leamos. Ya se van a dar cuenta de qué se trata...


El síndrome de Peter Pan


Algunos proyectos para desarrollos inmobiliarios han optado por retornar en el tiempo. Como en el cuento del niño que no desea crecer, lo reprimido ha vuelto como pastiche.




Somos habitantes que hemos recorrido parte del siglo XX con todos sus avatares, triunfos y miserias. Ahora, en el siglo XXI, no deja de asombrarnos el despliegue de la técnica, la ciencia y la comunicación.

Sin embargo, no ha sucedido lo mismo en los planos sociales y políticos, donde en el mejor de los casos el status-quo parece perpetuarse sin terminar de resolver las aparentemente insalvables brechas entre ricos y pobres o de países desarrollados y subdesarrollados.

Estas situaciones se reflejan en las ciudades de una manera u otra, y particularmente respecto de su arquitectura, sumamente sensible a las recientes transformaciones globales. Pero, de forma incierta, las posibilidades de incidir en la realidad y transformarla no se perciben claramente.

Así había sido pensada la Arquitectura moderna, concebida por Le Corbusier, Mies van der Rohe, Walter Gropius, Ivan Leonidov o Hannes Meyer. Ellos definieron los nuevos lenguajes como un modo de representación de lo real, integrando técnica, emancipación social y la dimensión moral de la misma. El devenir de tales posiciones confrontadas con el despilfarro lingüístico de la posmodernidad y su ocaso en la diseminación globalizada del vacío de sentido, cobran un nuevo brillo recordándonos la enorme tensión propositiva que cada uno de ellos implicaba.

En efecto, al producir una arquitectura propia de su época, sea esta basada en el materialismo dialéctico o en el "espíritu del tiempo", ellos razonablemente contribuyeron a proponer una forma de conocimiento y una práctica disciplinar integrada con los problemas de la sociedad. De esto dieron cuenta los avanzados estudios sobre los programas, sobre todo respecto de la vivienda social, pero también a las búsquedas formales apoyadas en la abstracción y en los medios de reproducción técnica.

En bloque, tales ideas rechazaban la incapacidad del historicismo ecléctico de principios de siglo XX de responder a los valores y significados de los universos metropolitanos, verdaderos laboratorios de nuevos sujetos sociales, de libertades inéditas o de comportamientos artísticos autónomos.

Por eso, con todo el proceso de decantación histórica posterior, la sedimentación con la que la arquitectura se ha desplegado no deja de sorprendernos que algunos proyectos para desarrollos inmobiliarios hayan recurrido a un imposible retorno en el tiempo.

Como si volviéramos a vestir con galera, levita o bastón, ciertos edificios han hurgado en el desván de la memoria y, parodiando las mansardas, cúpulas o elementos de las obras del pasado, retornan como símbolo de nueva pertenencia a una tradición conservadora que no duda en transformar a la arquitectura en una operación más digna de un taxidermista del siglo XIX que de un intelectual de cara al siglo XXI.

Si este dictado del gusto es lo que vende, y éste se transforma en el argumento fundamental, estamos frente a un problema que no se soluciona afirmando que siempre ha sido así para el profesionalismo. Los ejemplos locales de Amancio Williams, el grupo Austral, Bucho Baliero, Mario Roberto Alvarez, entre otros muchos, no se dejaron seducir jamás por los cantos de sirena de una tradición fetichizada. Como en el mítico dibujo animado del niño que no desea crecer, lo reprimido ha vuelto como pastiche. Sobre la cubierta de falsas tejuelas sonríe burlonamente Peter Pan mirando de soslayo a la Biblioteca Nacional, desde donde intenta detener un tiempo de por sí efímero e inaferrable.>

0 comments: