Desde el corazón de la ciudad Caballito conserva aires distinguidos en casas de estilo inglés y propone disfrutar de sus parques y de un tranvÃa histórico. Cristian Sirouyan. csirouyan@clarin.com El exacto "centro geométrico de la ciudad" Âcomo indica una placa instalada en la calle Avellaneda al 1000 también toma distancia de los extremos en el imaginario popular: aunque golpeado por las sucesivas crisis, Caballito se empecina en asumir el sitial de bastión por excelencia de la clase media porteña. Es su marca de distinción. Pero, solapadamente, este barrio que debe su nombre a la figura de un caballo montado sobre la veleta de una posta de carretas también arrastra un prestigio de casonas señoriales y familias patricias. Piñero, Lezica, Devoto, Mulhall, Bernasconi y Ayerza desplegaron aquà sus residencias fastuosas y, quizá sin habérselo propuesto, sentaron los cimientos de una de las marcas de identidad indelebles: el orgullo por el verde heredado por los vecinos surge de la conversión de aquellos desproporcionados solares en refrescantes parques urbanos a gran escala, a los que acuden multitudes en procura de dosis de aire incontaminado. El vértigo de la ciudad concede un oportuno intervalo en los parques Centenario y Rivadavia y en las cuatro manzanas de la plaza Irlanda. En esos amplios recreos parecen atenuarse el calor abrasador del verano y el viento y el frÃo de la época más destemplada. Por eso, el verde no admite discusiones a la hora de identificar el barrio. En esa dirección, es el color que el club Ferro Carril Oeste adoptó como emblema para encender las pasiones de sus socios e hinchas desde 1904. La leyenda del famoso caballito revolotea alrededor de una obra esculpida por Luis Perlotti en la plaza Primera Junta. Pero se trata de una réplica. La reliquia original se conserva en el Museo Histórico de Luján y remite a la epopeya del inmigrante genovés Nicolás Vila, que en 1824 tuvo la osadÃa de instalar una pulperÃa junto al Camino Real, desolado y polvoriento, en el cruce con el Camino al PolvorÃn (actual Emilio Mitre). El pionero coronó la veleta del boliche con un caballito de latón, que rescató de un barco encallado en el puerto de Buenos Aires. De a poco, el caballito metálico pasó a ser una referencia imprescindible para los viajeros. Por lo demás, el paisaje dominante era una vasta planicie de pastizales, quintas y bañados. El paisaje mutó sin pausas una vez que La Porteña se abrió paso en 1857. El tren partió en dos el barrio e hizo su aporte a la incipiente urbanización con vistosos chalés de estilo inglés. Hoy, las mansiones de los orÃgenes de Caballito están acotadas. Sobreviven arrinconadas entre las calles Valle, Centenera, Emilio Mitre y Pedro Goyena, se elevan altaneras desde miradores que en el siglo XIX emergÃan de la campiña Âcomo estoicamente exhibe la esquina de Alberdi y Hortiguera y conservan el lujo en los salones del Club Italiano. Definitivamente, Caballito se muestra equilibrado y vital. No hace alarde de sus rincones elegantes. Discretamente, induce a descubrirlos. Visitas guiadas gratuitas. 4988- 9908 / horizonte@argentina.com / www.caballitoenlinea.com.ar. Saludos!!!> |
0 comments:
Post a Comment